En una revista Goles de principios de los 80 y comentando un Vélez /Rosario jugado en Liniers (2 a 2) el maestro Osvaldo Ardizzone inundaba de elogios al 8 de Central destacando su desparpajo, sabiduría y atorrantismo absoluto.
No le faltaba razón a Don Osvaldo: Omar Arnaldo Palma fue de esos jugadores que enamoran al hincha de su equipo y provocan un halo de respeto y admiración en los hinchas rivales (estamos hablando de hinchas sensatos, capaces de apreciar el arte en cualquier camiseta).
Leamos a Roberto Fontanarrosa, alguien que lo amó: «Bajito, oscuro, con cara de pibe, de un trotecito algo saltarín que tal vez originó, junto con el aspecto de torso algo ancho y piernas flacas, su otro mote de «Tordo», Palma no transmitía, desde su figura, la realidad de un jugador temperamental y duro. Hábil, lujoso, de gran pegada, enorme movilidad ( movilidad que mantuvo hasta en sus años de mayor veteranía y se retiró cerca de los cuarenta), Omar también era un jugador calentón que no rehuía para nada el encontronazo. Malo, podía poner la pierna alta si lo buscaban y más de una vez se fue de la cancha por hablar con el referí o los contrarios.»
Todo esto es cierto pero apenas es un esbozo, un boceto. Los jugadores quedan en el recuerdo colectivo como un rompecabezas armado con los retazos de jugadas, de goles, de partidos épicos o memorables. Yo apenas consigno, además de este texto modesto, una certeza absoluta: en el diccionario de sinónimos, al lado de la palabra POTRERO dice Omar Arnaldo Palma.
Les dejo este gol hermoso que hizo jugando para el Veracruz, contra el Real Madrid